26 de mayo, volamos dirección Madrid.
Pesado viaje. Larga noche, y corto amanecer.
El alcohol seguía en nuestras venas.
La rubia se duerme, la queman el timbre, y es capaz de coger el cargador de la cámara de fotos a última hora. Fue muy útil, por los cojones, ya que la cámara no voló a España.
Bajamos al garaje con alguna escusa tonta que no recuerdo, y al abrir la puerta ahí me esperaba mi regalo de Maestra, un i30, para mi. No podía dejar de llorar, ¡la felicidad me desbordaba! El coche tenía luces, radio incorporada, espejos que se movían con sólo apretar un botón… Valoré todas las cosas de las que el “chuchimovil” carecía.
Me voy a la cama con la mayor de mis sonrisas.
Día 27.
A las 7 estaba en pie, no por voluntad propia, después del dentista y peluquería (para intentar arreglar mi rubio oxigenado de sueca) llego a la La Salle, lugar que me ha ayudado a crecer y a luchar por mis sueños.
Mis compañeros en esas escaleras donde hemos vivido 3 años de carrera. La emoción me recorría todo el cuerpo, las piernas me temblaban y las lagrimas intentaban salir de mi.
Momentos después entro en el Auditorio de la Universidad, me siento entre un hada y una una creadora de princesas. Y ante nosotras un gran grupo de personas que nos miran atónitas. Un, dos, tres…empieza la presentación de “LA MEJOR PRINCESA DEL MUNDO”.
Fluye la magia, las sonrisas y la alegría. Me acuerdo del por qué lo escribí, de para quién fue escrito. Y sonrío al ver lo feliz que ella estaría de verme ahí subida.
Comida en la cafetería (no pudo ser de otra manera) y nos dirigimos en busca del vestido de la princesa rubia (y no soy yo).
Es un ser generoso por naturaleza, y por eso cada día me siento más orgullosa de que sea mi hermano.
Día 28.
Otro gran día para añadir.
Después de un ataque de histeria por no querer ponerme mi vestido traído desde Suecia, me enfundo en el, me pongo los tacones y subo al coche que me llevará hasta otro de mis sueños.
Mi graduación. Ese día en el que piensas durante los tres años de tu carrera.
Nos sentamos ensillas de plástico camufladas por telas blancas (que no engañaban a nadie). ¿Casualidad o destino? Sergio a mi derecha y como no, la princesa rubia a mi izquierda. Juntas en todo momento.
Soy primera en llevar mi fila a la entrega de becas, mal pensado. No saludo a ninguno de los profesores, y ninguno de mis compañeros lo hace (siguiendo mi mal ejemplo), a la bajada me equivoco de camino y todos conmigo cual equipo.
Una vez graduados, tiramos los birretes cual americanos y nos dirigimos a la llamada por mi papá “Cata de vinos”. Copa tras copa adquiero el punto.
Día 29.
¡Familia unida, jamás será vencida! :)
Me apetecía estar con ellos, comer calamares en el lugar de siempre y reírnos los cuatro juntos.
Ahora estaba preparada para volver a terminar mi Erasmus como se merece!!
Fueron los 4 mejores días seguidos de mi vida… y todo gracias a VOSOTROS que estuvisteis en ellos.
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