En un pequeño pueblecito del centro de Madrid, se encontraba una de las Iglesias más bonitas y especiales de la capital.
Estaba construida con pilares antiguos, por lo que la base que la sostenía era segura.
Tenía grandes ventanales para airear el interior y no permitir el agobio en éste.
La luz iluminaba hasta los rincones más escondidos.
Era indescriptible.
Una muchacha joven, era la encargada de hacer sonar todos los días esas campanas de metal.
Realmente disfrutaba haciéndolo, esperaba ansiosa el paso del tiempo para realizar su hazaña, la cual duraba apenas 2 minutos. Pero eran los 2 minutos más aprovechados y felices del largo día.
El mejor momento de esas 24 horas llegaba cuando se duchaba, se vestía, se pintaba e iba al encuentro con ese lugar habitado por la magia.
Era tan buena haciendo sonar las campanas, que fue conocida en los alrededores, salio en periódicos, televisiones, y radio.
Hasta el día que una llamada la ofreció su sueño: irse al norte de Europa a seguir realizando su trabajo. Sería sólo por un periodo de tiempo, el suficiente para aprender lo necesario y poder ser feliz en su pequeño pueblecito.
Después de pensárselo mucho, decidió que sería lo mejor.
El viaje fue cansado y la llegada esperada.
La joven, disponía de una semana libre antes de la incorporación al nuevo trabajo.
Así que lo dedicó a conocer los paisajes y a los habitantes de ese nuevo lugar, su casa durante algunos meses.
Por fin, llegó el día en el que se encontró a solas con la nueva Iglesia, era espectacular.
Ventanas de menor tamaño, pero invadidas por diminutos cristales azul cielo.
Construida no hace muchos años, mezclaba un estilo barroco en su interior, con un deslumbrante exterior de pleno siglo XXI.
Se encapricho de ella, la visitaba incluso fuera de las horas de trabajo.
La gustaba estar dentro, escuchar ese silencio interrumpido por sus propios pasos.
Estaba feliz dando las campanadas con ella.
Pero no podía dejar de pensar en su pequeña Iglesia de su diminuto pueblito.
¿Qué sería de ella? ¿En manos de quien estaría? ¿Estaría tan bonita cómo antes?
¿Habría cambiado? ¿Echaría de menos a esa joven que tanto la cuidaba?
Nunca lo supo, las Iglesias no expresan sus sentimientos.
Pero a su vuelta, esas campanas sonaban con más fuerza que nunca, con el tono más vivo que jamás lo habían hecho.
De nuevo era algo INDESCRIPTIBLE.